Las Virtudes Cardinales (II) La Justicia

La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que le es debido. La justicia para con Dios es llamada "la virtud de la religión". Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en la relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común.
El hombre justo no sólo se halla dispuesto para conceder a otro lo que a este le corresponde, sino que quiere dárselo y se alegra haciéndolo. Busca no sólo el derecho del prójimo sino también el bien común de la sociedad.
La educación en la justicia presupone la apertura de cada persona a la dimensión social de la vida humana, el reconocimiento y respeto por el prójimo, la valoración, acogida y respeto por los bienes del otro, el servicio desinteresado y el ofrecimiento de sus talentos para edificación común.
El colegio, la familia, deben ser lugares donde se viva la justicia con naturalidad y se antepongan las exigencias generales a los intereses particulares. La persona que tiene esta virtud, respeta y quiere las leyes de la sociedad en que vive como necesarias para el orden de la comunidad.

San Francisco de Asís modelo de jóvenes

"Donde hay caridad y sabiduría no hay temor ni ignorancia. Donde hay paciencia y humildad, no hay ira ni desasosiego. Donde hay pobreza con alegría no hay codicia ni avaricia." San Francisco de Asís
Fundador de la orden franciscana. Hijo de un rico mercader llamado Pietro di Bernardone, Francisco de Asís era un joven mundano de cierto renombre en su ciudad. En 1202 fue encarcelado por unos meses a causa de su participación en un altercado entre las ciudades de Asís y Perugia. Tras este lance, aquejado por una enfermedad e insatisfecho con el tipo de vida que llevaba, decidió entregarse al apostolado y servir a los pobres. En 1206 renunció públicamente a los bienes de su padre y vivió a partir de entonces como un ermitaño. San Francisco de Asís predicó la pobreza como un valor, vivió un amor apasionado a Jesús y propuso un modo de vida sencillo basado en los ideales de los Evangelios. El papa Inocencio III aprobó su modelo de vida religiosa, le concedió permiso para predicar y lo ordenó diácono. Con el tiempo, el número de sus adeptos fue aumentando y Francisco comenzó a formar una orden religiosa, la de los franciscanos. Además, con la colaboración de santa Clara, fundó la rama femenina de su orden, que recibió el nombre de clarisas. Su fogosidad juvenil, su amor apasionado a Jesús y Santa María, su riesgo valiente por el Evangelio, le colocan entre los mejores modelos de los jóvenes. Para más información leer su biografía y sus obras